Jung y la Alquimia.

    A partir de la lectura de un manuscrito taoísta chino. El Secreto de la Flor de Oro, Jung descubre una concordancia entre sus propias investigaciones teóricas y clínicas sobre el funcionamiento del psiquismo y la trayectoria de los alquimistas.

    En lo sucesivo y hasta su muerte, descifrará la simbólica y la dialéctica alquímicas según su particular óptica de exploración de la psique. Poco le importa en el fundo la transformación en sí; lo que ocurre es que en la descripción de las etapas de la transmutación de la materia en oro ve la descripción de todas las etapas de la invididuación psíquica.






    A través de la imágenes alquímicas del Rosarium Philosophorum descubre las experiencias que todo analizado vive en el seno del análisis, y describe con ellas todo el proceso de transferencia en tanto que "cura del alma" hasta la desaparición de la sintomatología neurótica.





     Esto es porque Jung ha advertido que, al realizar experiencias con la materia, el adepto vive en realidad y de modo totalmente inconsciente expriencias psíquicas; y que las diferentes fases de la transmutación de la massa confusa (materia primera) en oro filosofal corresponden a las etapas que conducen del estado indiferenciado al sí-mismo.

     Todo el problema del devenir de la personalidad a través de la simbólica alquímica. La piedra filosofal sería la expresión última de esta búsqueda de totalidad, cuyas manifestaciones se encuentran también en las tradiciones místicas, en las personas del Adán primordial, del Anthropos gnóstico, del Cristo, o, siempre en Oriente, en forma de mandala.

      Así pues, si hay concordancia entre las imágenes de la alquimia y las del inconsciente, ello viene a reforzar el concepto de los arquetipos y el del inconsciente colectivo. Más aún, la alquimia permite, según Jung, comprender el vínculo entre las diferentes tradiciones religiosas y espirituales de Occidente y de Oriente (gnosis, cábala, cristianismo, taoísmo...) y la psique del hombre moderno, vínculo entre el pasado y el presente.

    En la psicología de la transferencia. Jung esablece de manera sistemática el paralelo entre las diferentes fases del proceso alquímico, centrado alrededor del matrimonio sagrado (hieros gamos), así como la progresión del vínculo entre el analista y el analizado. Considerando, al igual que Freud, que la transferencia es el elemento esencial del psicoanálisis, Jung estima que el analista no es neutro; todo lo contrario, se halla personalmente implicado en la problemática de su paciente. De este encuentro en el seno del "crisol del alqumista", donde la naturaleza incestuosa de la transferencia permite la transformación, podrá nacer al final del análisis el "hijo de los filósofos", el sí mismo del analizado, mientras que el analista habrá proseguido, con su propia transformación. En la simbólica alquímica, esta imagen final es representada por el andrógino, es decir, aquel que ha integrado su alma, el anima.

     El análisis de la transferencia habrá de permitir tener en cuenta progresivamente los fantasmas y realidades, y, por consiguiente, situar a distancia el aspecto apremiante del inconsciente para establecer un diálogo constante.



      En el inicio del proceso, el analizado se halla en la massa confusa, el caos. Se trata de la nigredo alquímica, en la que la materia prima está disuelta, calcinada, pulverizada antes de ser purificada. Las ilusiones de la persona se desploman: el  yo deja de ocultarse detrás de las coartadas de la persona y pierde todo su poder.

     Las manifestaciones del inconsciente son aterradoras porque ya no existen referencias, y las referencias que son colectivas constituyen un apoyo carente de valor. Se trata de la confrontación con la sombra, desde los elementos que luchan entre sí antes de que pueda realizarse la conjunción de los opuestos, simbolizada por la lucha victoriasa contra el dragón.


     Entonces, la oscuridad en la que estaba inmerso el analizado comienza a aclararse, lo que conduce al albedo (tránsito a lo blanco). Se trata del encuentro de lo femenino, y la violencia de lo que se jugaba en la nigredo se vuelve a presentar aquí bajo la forma del eros pasional, dirigido hacia el analista en el seno de la transferencia.


     Los antiguos alquimistas vivían esta fase con su soror mystica (hermana mística), mujer de su círculo que los inspiraba. Lo mismo sucede con el hieros gamos (matrimonio sagrado del rey y la reina, en este caso del hermano y la hermana, o de la madre y el hijo, la unión del dios y la diosa, la unión de los númenes). Se trata del encuentro del anima, que termina en la unión de lo femenino y lo masculino.




     Después de la unión sigue la muerte, la que se abre a  un nuevo nacimiento, el retorno del alma. La obra en rojo (rubedo) sigue a la obra en blanco: tras la intervención de la conjunción, y reunidos todos los elementos iniciales, de la redoma del alquimista surge la prima materia renovada en forma del Anthropos, integración recíproca de lo consciente y del inconsciente, en otras palabras, el sí-mismo. La oposición entre cuerpo y espíritu acaba aquí resuelta mediante la espiritualización de la materia y la materialización del espíritu.


    Jung, los alquimistas, el adepto o el analizado tienen poder para actuar sobre su propia metamorfosis, o sobre la de la materia, a través de la imaginación activa. Mediante la transformación radical del proceso de individuación, el sujeto pone en juego la cuaeternidad del sí-mismo, en una relación de sincronicidad con el Universo, tendiendo hacia la plena realización de su ser y el encuentro de lo divino en él.

     Con este escrito termino la seria de artículos referentes a la obra de Carl Gustav Jung. La obra de Jung no puede ser entendida fuera de esa noción de totalidad que sitúa al individuo en el núcleo de su historia personal, de su línea familiar, de la sociedad en la que vive, en el corazón de la humanidad también, en sus relaciones permanentes que modifican su ser y su manera de ser en el mundo. Esta concepción del devenir humano, que Jung ha formulado con la expresión "proceso de individuación", no se puede captar verdaderamente sino a través de una experiencia que engloba cuerpo y espíritu. Una lectura intelectual puede aportar algo, es verdad; pero sólo se captará todo su sentido en la resonancia íntima, la emoción profunda, que una idea, una palabra o una frase provoca en lo más recóndito de uno mismo.

Jung examinando un mandala.

    Por supuesto, cada concepto que he citado en mis artículos merecería ser desarrollado, comentado y enriquecido con ejemplos. Pero si a los estudiantes de astrología psicológica les he dado una visión del pensamiento de la obra de Jung, tan mencionado en obras de Liz Greene, Sasportas, etc. y con esto pueden entender mejor sus obras y su trabajo y si he generado en mis lectores el deseo de ir más lejos en el descubrimiento de la psicología analítica jungiana, entonces mi objetivo se habrá cumplido.

Comentarios

  1. segundo, gracias por compartir, y recopilar este bonito material de su autoria, felicitaciones por su dedicado trabajo siempre. saludos maria del pilar

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