El Eclipse del 29 de Marzo para Estados Unidos: Un nuevo ciclo de poder
La astrología mundial clásica —la de los antiguos que leían el destino de los imperios en la danza de los cielos— no considera estos eventos como meras curiosidades astronómicas, sino como señales decisivas en la historia de los pueblos. Este eclipse, en particular, se proyecta sobre el corazón político de la potencia más influyente del planeta. Y lo hace con una carga simbólica densa, compleja, profundamente transformadora.
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Carta Astral Eclipse 29 de Marzo para Estados Unidos |
En el cielo del momento, la escena la domina un estellium inusualmente poderoso sobre el Ascendente, justo en la transición entre Piscis y Aries. Como si el mundo entero, y Estados Unidos en particular, se desplazara desde un estado de nebulosa, idealismo y confusión, hacia otro de confrontación, iniciativa y tensión. Lo que hoy es incertidumbre, pronto se convertirá en acción. Pero no cualquier acción: una impulsiva, a veces temeraria, nacida del agotamiento de lo anterior. El país entra en una nueva etapa de su historia: más beligerante, más reactiva, más determinada a imponer un rumbo que aún no está del todo claro.
El cielo habla con símbolos, y en esta carta, el símbolo más ruidoso es Saturno. En mal estado cósmico, y sin embargo dominante, Saturno se convierte en un presagio grave. Representa estructuras que se endurecen hasta quebrarse, leyes que ya no protegen sino que sofocan, instituciones que han perdido su virtud. Cuando Saturno gobierna pero está herido, el orden se vuelve disfuncional, y lo que se cae no se reconstruye con rapidez. En el caso de Estados Unidos, esto puede traducirse en crisis en el sistema judicial o legislativo, tensiones con el poder federal, decadencia en organismos de control, y una posible erosión de la legitimidad estatal. Los pilares tiemblan.
Pero entre los escombros, brilla Venus. A diferencia de Saturno, se encuentra en buen estado, y también forma parte del grupo dominante. La lectura es sutil: mientras lo estructural se agrieta, lo relacional, lo artístico, lo económico y lo diplomático ofrecen salidas. Venus sugiere que, pese a la tensión, el país tiene aún la posibilidad de reconfigurar su influencia mundial a través del acuerdo, la estética, los valores compartidos y el comercio. Hay una oportunidad, aunque frágil, de que el colapso dé paso a una etapa de refinamiento político y elegancia estratégica.
Neptuno, también en buen estado, flota en el mismo horizonte. Sus aguas son profundas y ambiguas. La narrativa neptuniana será clave: grandes discursos, visiones espirituales, promesas de redención colectiva. Estados Unidos podría ver surgir figuras mesiánicas o corrientes sociales cargadas de idealismo, algunas inspiradoras, otras peligrosamente ilusorias. Neptuno difumina las fronteras entre realidad y fantasía. Todo dependerá de si el país escucha la inspiración o cae en el autoengaño.
En cambio, Mercurio —el planeta de la palabra, el comercio y el pensamiento lógico— está mal dispuesto y también domina la escena. La consecuencia inmediata es ruido: caos comunicacional, desinformación, errores en la gestión económica, sabotajes tecnológicos y un sistema mediático colapsado por su propia toxicidad. Será difícil discernir verdades de propaganda. La guerra narrativa será intensa y confusa.
Y en el centro de todo, el Sol eclipsado. Aunque bien dignificado, su luz desaparece por un instante. El simbolismo es claro: el liderazgo queda en sombras. La figura presidencial, o el principio de autoridad, experimentará una crisis visible. No es necesariamente una caída definitiva, pero sí un repliegue. El Sol volverá a brillar, pero no será el mismo. La etapa que se inicia marcará un antes y un después para el liderazgo estadounidense.
A esto se suman dos piezas claves: Urano y Júpiter. El primero, en buen estado cósmico y en la casa II, anuncia transformaciones positivas en la economía productiva. Es posible que Estados Unidos abrace una revolución tecnológica financiera: digitalización, nuevos modelos económicos, inversiones rupturistas. Sin embargo, Júpiter, mal ubicado en la casa III, augura problemas en la comunicación interna, tensiones con países vecinos, y sobre todo una expansión ideológica excesiva que puede derivar en conflicto o en discursos inflados que no encuentran sustento.
Este eclipse, entonces, no es el fin del mundo. Pero sí puede ser el fin de una forma de entender el poder, el orden y la autoridad. El cielo no habla en certezas, sino en pulsos. Y el pulso que se activa sobre Estados Unidos es fuerte, tenso, determinante. Un cambio de ciclo que se gestará entre ruinas simbólicas y oportunidades inesperadas. Cuando el Sol se apaga en el cielo, la Tierra escucha. Y todo lo que viene después depende de cómo se lee la oscuridad.
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