Es ese espacio íntimo donde el yo, tal como lo conocemos, se disuelve suavemente para permitir un renacimiento auténtico. La Casa XII se nos presenta como un territorio sagrado, lleno de potencial espiritual, y al mismo tiempo, instintivamente temido por lo desconocido que alberga. Es la vasta morada del inconsciente personal y colectivo, el archivo de las memorias olvidadas que, aunque no recordemos activamente, siguen influyendo en nosotros. Aquí residen los patrones invisibles, esas tendencias sutiles y arraigadas que moldean silenciosamente el curso de nuestra vida diaria sin que nos demos cuenta.